lunes, 23 de febrero de 2009

¡Jo qué noche!

A todo el mundo pasarle. Un día te levantas y te encuentras solo. Puede que te haya dejado tu novi@, o sufrido otro tipo de pérdida personal, o simplemente no sabes muy bien por qué es así, pero lo cierto es que te encuentras sumido de repente en una espiral descendente donde soledad, nostalgia, tristeza y desazón existencial se van sucediendo, despojando a tus ojos de su brillo natural. Ante una situación así la gente reacciona de muchas maneras. Hay personas que, lejos de aislarse en sus hogares, salen a pasear a la calle, sin rumbo fijo, como si con ello esperaran paliar su angustia de alguna manera. Entonces y a veces la salida del túnel llega de improviso, por medio de un estímulo externo que sale a nuestro camino y que nos confiere algo de esperanza.
Y otras veces...

Pongamos que te has levantado de esta guisa y la noche no te ha traído el olvido, cuanto menos pasajero, que sería de desear. Además, y condición sine qua non, afuera la temperatura nocturna comienza a ser agradable (mejor si es verano).
Sal a la calle no sin antes hacerte con una botella de vino. Si no tienes ninguna en casa, acude a un 24 horas y compra una, de esa marca que te gusta o, en su defecto, de una que te inspire confianza. Ahora, el vino debe ser bueno (y que conste que esto no necesariamente implica que tengas que gastarte mucho dinero en él, ya que se pueden encontrar vinos bastante correctos a precios no muy caros). ¿Tienes la botella? Bien, hazte con algo de picoteo, que sea ligero y que case bien con el vino. ¿Lo tienes? Bien, prosigamos.
Ya en la calle has de desear sacudirte ese malestar que se ha apoderado de tí. Si lo deseas con fuerza puede, y sólo puede, que tengas suerte en lo que viene a continuación.
El área en torno a Santa Eulàlia y San Francesc es sumamente interesante para pasear sólo por el simple placer de hacerlo. En especial cuando cae la noche. Por otro lado es uno de los barrios (el Call) más sugerentes de la ciudad de Palma, y por muchos motivos, de los cuales muy pocos pueden explicarse en términos racionales. No, en este barrio Selene, caprichosa, decide la suerte de quien osa aventurarse por sus calles y callejas, que esconden más secretos de los que creeríais.
En la calle Sol se encuentra un callejón sin salida, que corre en dirección sur. Su entrada está (o al menos lo estaba la última vez que pasé por allí) marcada por una destartalada lámpara que emite una luz azulada que tiene poco de natural y que desentona claramente con los antiguos edificios de los alrededores. Una luz que interrumpe la oscuridad en la que se haya sumido este tramo de la calle, y que a ratos parpadea, confiriendo a la escena de un cierto aire a lo David Lynch.


Sí, lo sé, no es el del que os hablo, pero me comprometí a no colgar ninguna foto.

Bien, paraos delante del callejón, asegurándoos de que no hay nadie en la calle cuando lo hagáis (lo cual es bastante fácil). No podréis ver el fondo del callejón, ya que éste gira ligeramente hacia la derecha. ¿Avanzaríais con resolución? Al cabo de pocos metros de haberos internado en el callejón puede que tengáis suerte y le veáis.
Un hombre sentado en una silla de mimbre a la puerta de su casa. Junto a él, una pequeña mesita. La puerta de su hogar, entornada, dentro una luz fluctuante, como la de una llama. El hombre viste una camisa blanca de tirantes y un pantalón de chándal que se ajusta a su rechoncha cintura. Y aunque reparará en vosotros, no pronunciará palabra alguna.
Porque habréis de ser vosotros quienes déis el primer paso. ¿Qué le diréis? No os lo penséis mucho, y procurad ser naturales. Sabed que después de un escueto "buenas noches" os pedirá el nombre. ¿Sabéis aquello de que en el nombre de uno reside poder, verdad? Por supuesto que podréis mentirle, pero éso no ayudaría en nada a soltarle la lengua. Porque estáis aquí para conseguir precisamente ésto: Hacerle hablar. El vino y el picoteo os serán de gran ayuda en este vuestro cometido (recordad, el vino ha de ser bueno). Y si todo sale bien y le caéis en gracia este hombre, al que nunca le preguntaréis cómo se llama, os contará su teoría particular acerca del significado de la vida y del papel que tod@s nosotr@s desempeñamos en el universo.
Una lección que hará que todo ese malestar espiritual que os hizo salir a la calle desaparezca de un plumazo. Esa noche dormiréis como hacía mucho tiempo que no dormíais.
Unas palabras que, creedme, nunca olvidaréis.

Claro que puede que no tengáis la suerte de encontraros a este hombre. Como os he dicho Selene es caprichosa. O quizás no os atreváis a entrar en ese callejón, cosa que entendería perfectamente. Pero, quién sabe, quizás esa noche encontréis a alguien que os pueda hacer olvidar todas vuestras penas. Y es que el vino obra milagros que poco o nada tienen de divinos.

jueves, 5 de febrero de 2009

Al otro lado del espejo


Desconfiad de los espejos, es un consejo de amigo.

De sobras conocidas por tod@s vosotr@s son las espeluznantes historias que de ellos se cuentan y a las que no, no pienso recurrir. Sabéis a cuáles me refiero, aquellas que teméis mencionar si no es en compañía y con la luz encendida. Pero mi advertencia no puede empezar sino con una leyenda poco conocida que viene a respaldar, en cierto sentido y de forma ominosa, todos esos viejos cuentos para asustar a los niños.
Jorge Luis Borges la cita en su "Manual de zoología fantástica": en una época legendaria pasada el Emperador Amarillo se enzarzó en una sangrienta guerra con las huestes provenientes del otro lado de los espejos. Y sólo tras invertir grandes esfuerzos y recurriendo a sus conocimientos sobre la magia pudo este mítico soberano atraparlas en el que hasta entonces había sido un mundo conectado con éste. Sus conjuros sellaron lo que antaño habían sido portales entre mundos, y los habitantes de los espejos fueron condenados a repetir todas y cada una de las acciones de los hombres, sus formas reducidas a meros reflejos serviles.
Y años más tarde el escritor de weird fiction China Miéville volvió a retomar este tema en su novela "El azogue".

Ficción legendaria. Acaso una forma pasada de entender el mundo que poco o nada tiene que ver con la perspectiva de hoy en día. ¿O no?

Para aquell@s de vosotr@s, escéptic@s que habéis perdido la capacidad de soñar o de ser seducid@s por una historia, os propongo un pequeño experimento.

Elegid la noche de San Juan para entrar en una habitación con un espejo (sólo uno, recordad esto) que uséis habitualmente. No tiene por qué ser en vuestra casa, pero sí que debéis estar seguros de que ese espejo se usa a menudo. Cerrad la puerta (si creéis que alguien puede irrumpir en la habitación mientra dure el experimento echad el pestillo o cerrad con llave). Apagad las luces. Encended una vela blanca y colocadla frente al espejo. Retiraos a un rincón de la habitación, lejos del espejo (no debéis dejar que vuestra figura se refleje en el mismo) aunque desde vuestra posición deberéis poder ver su superficie (y la habitación donde os encontráis). Sentaos, ya que váis a tener que esperar un rato. En todo momento procurad manteneos en silencio (si os lleváis un libro para pasar el rato procurad pasar con cuidado las páginas).
Al cabo de una hora más o menos deberíais poder verla. Una silueta cruzará el espacio de la habitación al otro lado del espejo. O quizás habrá más de una. Llegados a este punto, si resolvéis manteneros inmóviles en vuestro sitio pronto, de la penumbra, aparecerá un rostro de rasgos desdibujados, indefinidos, que fijará su atención en la llama de la vela que previamente habéis prendido. Si no apartáis la mirada de este ser imposible que ha acudido atraído por el resplandor de la llama puede que acabéis reconociendo en él a cualquiera de las personas que frecuentan esta habitación. Quién sabe, quizás acabéis viéndoos a vosotr@s mism@s.
Por supuesto que en cualquier momento podéis optar por dejar la habitación. Ahora bien, y esto es muy importante, nunca lo hagáis pasando por delante del espejo cuando esa figura haya hecho acto de presencia y con la vela encendida. Independientemente de que os creáis esto o no, recordad muy bien estas palabras si alguna vez se os ocurre llevar a la práctica este experimento: Cuando decidáis que ya habéis visto suficiente soplad la vela (y mejor que al hacerlo no miréis al espejo) y apresuraos a salir de la habitación cerrando la puerta detrás vuestro. Repito: Apagad la llama antes de salir.
Por supuesto, me imagino que algun@ puede estar tentad@ de comprobar qué pasa si un@ se queda inmóvil en el cuarto, en silencio, después de que haya aparecido el otro o la otra. Poco más. El recién llegado no estará más de un minuto frente a la vela. Luego saldrá de vuestro campo de visión.
Ahora bien. A veces se han dado casos de que no hay uno sino más de estos seres (algo que parece depender del número de personas que usan el espejo). En otras ocasiones el recién llegado no guarda similitud física con ninguna de las personas que utilizan el espejo.
Y en dos casos sí que pasó algo después de que el extraño desapareciera: Las personas que llevaron a cabo estos dos experimentos oyeron algo parecido a susurros que bien podían formar parte de una conversación; les siguió un ruido metálico que fue en aumento y que les decidió a dejar el cuarto a toda prisa.

Como seguro que os hacéis a la idea, no es una experiencia ni agradable ni recomendable. Yo que vosotr@s no pasaría por ella. Se dice de personas que han tenido difícil conciliar el sueño después. Y algunas nunca han vuelto a ser las mismas (aquí hay quien gusta fabular diciendo que en realidad no son las mismas). Pero si alguna noche de San Juan os decidís por comprobar personalmente estas líneas, pensároslo mucho antes de hacerlo y sobre todo, hacedlo bien. Y recordad, apagad la llama.

martes, 3 de febrero de 2009

¡Piratas!


Corre un rumor por las playas somalíes acerca de una banda errante de piratas cuyos nombres se pronuncian sólo a la lumbre de las hogueras que encienden sus homólogos para guiar a sus compañeros en mitad de la noche. El miedo atenaza a estos piratas somalíes cuando hablan de esa banda. Se dice de ellos que son capaces de saquear a cualquiera, en cualquier lugar del mundo: Tanto si eres un curtido lobo de mar como si eres un vulgar marinero de agua dulce no habrá sitio donde puedas considerarte a salvo de su ataque mientras corra agua bajo tus pies. El único que sabe dónde golpearán la próxima vez es su capitán, así que más vale que tengas prudencia cuando decidas aventurarte por el líquido elemento. Porque has de saber que ellos nunca toman rehenes...