jueves, 7 de enero de 2010

La Belle Dame Sans Merci


Fue una llamada a medianoche.
Era Sara.

[Sara quería desaparecer. Decía que le había tocado en suerte vivir en la época equivocada. Que nadie la entendía. Que la fortuna se reía constantemente de ella. Por todo ello, quería desaparecer, como la Alicia de Lewis Carroll. No era de extrañar que sintiera fascinación por las hadas. Leía mucho, siempre a la búsqueda de la supuesta "fórmula mágica" que le permitiera dejar este mundo carente de atractivo para ella.]

A medianoche, el teléfono sonó.
Era Sara.

Sollozaba. Me dijo que se había perdido. Que no sabía dónde se encontraba. Sólo que se encontraba sumida en una oscuridad impenetrable. No sabía cómo había llegado a aquel lugar, que simplemente se había despertado allí después de, como de costumbre, haberse acostado la noche anterior. Tenía la intuición que se encontraba bajo tierra, en un lugar húmedo y frío, pero nada más.
Lo último que me dijo es que siempre había estado equivocada, que no importaba cuánto quisieras desaparecer, que nunca dependía en última instancia de tí, sino de...

Click.

El teléfono se cortó.

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