sábado, 14 de marzo de 2009

El aparcamiento (7)

Al poco de inaugurar este blog confeccioné una lista muy particular. Se trataba de una (mi) lista negra que reunía aquellos sitios que considero especialmente extraños y peligrosos. Lugares que bien pudiera describirlos como "creepy", si bien esta categoría, en mi caso, poco o nada tiene que ver con el concepto que de este vocablo tiene la mayoría. Las diez entradas que contiene esa lista están ordenadas de menor (10) a mayor (1) grado de peligro potencial que podrían deparar al visitante no invitado.
No os acostumbréis a lo que podéis leer hoy aquí. No es mi intención mostraros esta lista. A lo sumo descubriréis algunos de estos sitios a los que regreso muy de tanto en tanto, cuando necesito sentir cómo se acelera mi pulso. Sólo una miradita antes de abrirme lo más deprisa posible.

Finalizado este preámbulo...

El aparcamiento (número 7 de mi lista).

Si sóis de los que nunca encuentra una plaza para aparcar el coche cuando visitáis el centro Ocimax de Palma creo que me agradeceréis lo siguiente: Entre el Leroy Merlin y el supermercado Maxi Dia se encuentra un pequeño parking que conecta directamente con la salida para coches que el McDonald's pone a disposición de aquellos clientes que quieren hamburguesas para llevar sin tener que bajarse de sus vehículos. No es difícil encontrarlo una vez sabéis que existe.
Ahora bien, cuando lleguéis veréis que apenas hay tres o cuatro coches aparcados como mucho. El área del fondo, contigua a la parte de atrás del supermercado y a la vía que circunvala la zona comercial, siempre está desierta. No hay cámaras de vigilancia, sólo las instaladas en el Leroy Merlin, cámaras que todo sea dicho de paso le dan la espalda a este parking. La primera vez que estuve allí me extrañó que tan pocas personas se aprovecharan de aquellas plazas de estacionamiento, y más teniendo en cuenta que era un sábado por la tarde y el resto de parkings de los alrededores estaban llenos de vehículos de gente que había acudido a esta zona comercial para hacer sus compras o disfrutar de su tiempo libre.



Volví otro día. Tras la puesta de sol. Como esta vez iba a pie decidí entrar por la salida del McDonald's. Sólo había un coche junto a la ventanilla de pedidos, el motor encendido. Nada más rebasar el coche me detuve. Un hombre se acercaba hacia mí, viniendo del parking. Aquel día no había ningún coche aparcado. Me llamó enseguida la atención el hecho de que vistiera de traje y llevara un maletín. Di unos pasos al frente para detenerme otra vez, ahora en seco, al reparar en las gotas de sangre que manchaban su camisa rosa y la nariz hinchada que el hombre tuvo cuidado en ocultar con la mano que tenía libre. Pasó a mi lado, bajando la cabeza. Cojeaba ligeramente, y su pantalón estaba sucio. Entonces alcé un poco la voz preguntándole si necesitaba ayuda. No se giró, continuó renqueante. Como el coche había partido pude ver al dependiente que se encontraba tras la ventanilla de pedidos; levantó un momento la vista y aunque debió ver al pobre tipo, ni se inmutó. Seguí al hombre unos metros, y ante mi repetido ofrecimiento de ayuda no hizo sino seguir caminando. Detrás de las cristaleras del McDonald's la gente seguía ocupada con su McMenú. Un niño pequeño llamó la atención de su madre al ver el lastimero estado del hombre, que había pronunciado su cojera y ahora se agarraba su costado derecho por debajo de la chaqueta del traje, pero no hubo respuesta alguna: la madre mojó una patata frita en el ketchup y se la tendió al pequeño. Al poco de llegar a la calle Leocadia Tugores, el hombre cogió un taxi y desapareció. Me fui.

Pero regresé a la semana siguiente, aprovechando que había ido a ver una película al cine. Nuevamente, iba solo (la película invitaba a ello). En el parking, tres coches estacionados. Lo recorrí hasta llegar a la parte de atrás del Maxi Dia. Estaba desierta. Tenía una sensación extraña en el estómago. Me imaginé aquel sitio de noche. No había impedimento alguno para acceder, al menos desde la vía de circunvalación. ¿El parking estaba abierto las 24 horas del día? De ser así, a lo que debía sumarse la falta de cámaras de seguridad, se podría comprender que pocas personas optaran por dejar allí sus coches. Fue entonces cuando debí empezar a fantasear con la posibilidad de que nada de lo que pasara allí podía ser advertido por los conductores. E hice la prueba. Me senté y fijé mi atención en los conductores que pasaban. Nadie desviaba la mirada de su objetivo, el parking del multicines o la salida a la autopista.
Nadie.
Y cuando me cansé de aquello, dispuesto a abandonar el lugar, las vi. Las manchas. Oscuras, irregulares, caprichosas, en el suelo. En un punto llegaban a conformar un reguero. Y no era grasa.
Había conseguido lo que en el fondo quería y era lo último que me esperaba encontrar allí. El subidón. La adrenalina. Me marché.

Volví tres semanas después, un domingo. De noche y en coche. Había convencido a un amigo para pasar por allí, siguiendo la vía de circunvalación. No se veía a nadie por los alrededores. El aspecto que presentaba aquella arteria de circulación era de lo más siniestro. Y cuando llegamos a la altura del supermercado les vimos.
Debía haber una docena de personas formando un círculo irregular. En el centro dos hombres estaban enzarzados en una pelea. Nadie parecía mover un dedo por separarles, todos en silencio. Y nadie pareció darle importancia a que un coche, nuestro coche, pasara junto a ellos.
Me costó convencer a mi amigo para que diera una segunda vuelta. La pelea continuaba. Nuevamente, el público estaba tan absorto y seguro de que nadie "de fuera" intervendría que no nos prestó la menor atención. Aun más extraño fue comprobar lo que me había parecido en un primer momento: Que aquel público era de lo más variopinto.

Dos días después me puse en contacto con un conocido que trabaja en el Punt de Joc cercano. Le pregunté si sabía algo acerca de peleas ilegales que pudieran tener lugar allí. No sabía nada, pero me dijo que esas cosas eran siempre mal asunto y que me andara con ojo. No podía más que pensar en el Club de Lucha, de Palahniuk, como si el escritor americano pudiera haber servido de inspiración para aquel singular "espectáculo", mucho más terrible de lo que la lectura del libro o el visionado de la película pudieran sugerir.

Sólo para satisfacer vuestra curiosidad he de deciros que las manchas siguen ahí. Hoy, esta tarde, a la salida de RAF, las he vuelto a ver. Sólo que hay más.
Nunca he vuelto (ni pienso hacerlo) de noche.

2 comentarios:

  1. Y yo que pensaba que yendo al OCIMAX no podía pasarme nada malo..vale, a veces, cuando sales de alguna sesión nocturna, vas con las llaves en la mano hacia el coche, porque el recuerdo de todas las pelis americanas en las que asaltan a la chica en el parking asalta mi mente, no sin antes ver la famosa escena de "se le caen las llaves junt al coche, y tiene que arrastrase debajo para cogerlas"... pero lo del parking secreto con manchas de sangre... la sombra de "El club de la lucha" es muy alargada... con tal que luego no se dediquen a dinamitar la central de La Banca March....
    :P

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  2. La Banca March, eh? Pues mira, no sería mala idea, jaja! Ahora que dudaría que esos tipos tuvieran tan elevados intereses..

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